"POETAS DE BUENOS AIRES" ANTOLOGÍA - 1976

En 1975 por invitación de la escritora Teresa Carmen Freda me uní al grupo "Poetas de Buenos Aires" que integraban en aquel entonces: Silvia Amoroso, Walter Alvarado, Leopoldo Argañarás, Lily Canaleti, Efraín Chaves, Duilio Ferraro, Élido U. Di Serio, Leopoldo Díaz Vélez, Rafael Freda, Lidia Geldstein, Eunice Inass, Héctor Negro, Renza Marchet Suárez, Teresa Freda, coordinadora del grupo y yo.  

Asistimos a varios recitales en las Casas de las Provincias, en clubes, centros culturales, en encuentros provinciales y algunos en el exterior. Participamos en varias antologías y programas radiales. Cuando yo llegué, el grupo ya estaba formado en su mayoría y las reuniones se hacían en la casa de Teresa en la calle Yerbal del barrio de Caballito en la CABA. Teresa además dirigía una revista donde publicábamos los integrantes del grupo con ilustraciones de la comisión de artistas plásticos. 

En 1976, se publicó la antología "Poetas de Buenos Aires" con una presentación de la coordinadora y un prólogo preciso que bien explica esa poesía que abundaba en los '70 en torno a lo porteño, lo urbano y los hombres de la corriente citadina de Fernando Sánchez Zinny, poeta, traductor, asesor y crítico literario y orientador de talleres sobre poesía, entre otras actividades.

CONCATENACIÓN DE CIRCUNSTANCIAS

Recientemente mi amigo Juan José Corvalán encontró en una librería de viejo en la CABA un ejemplar de aquella antología que yo había perdido, o regalado o prestado, la compró y me la trajo. Me despertó un inesperado revivir de aquellos años previos al horror que se disparó desde las sombras de la criminalidad de las fuerzas armadas y sus impulsores oligarcas y jerarcas de la iglesia.

APERTURA

El grupo "Buenos Aires Poesía", ha querido volcar en esto libro, tal vez locura o algo de las últimas vivencias, angustias e ilusiones del hombre 1976, cuando el super hombre del futuro, ría, frente a armamentos o monumentos hoy grandiosos, mañana obsoletos, tal vez, el legado más importante, lo recoja de libros como este, que lo explique en palabras y trazos, el íntimo sentir del hombro actual. Poetas y plásticos describen nuestra vida y nuestra historia. Al hombre del futuro este mensaje, volando en el espacio tiempo. Teresa Carmen Freda.

PRÓLOGO

POETAS DE BUENOS AIRES

Acaso no sea Buenos Aires, sino un rimero de hábitos, molestias apremiantes, arboledas de plátanos viejas y verrugosas, casas chatas y otras de dorados porteros eléctricos, nostalgias, angostos habitantes, vías por las que ningún tranvía volverá a pasar, teléfonos empecinados, Susanas de larguísimo pelo, cisnes del Zoológico, ángeles de estuco, gente sin nada que hacer y, sobre todo, personajes: una multitud de personajes, nietos remotos de Abel, de Caín y de otros señores de nota.

Seguramente Buenos Aires es así, pero, en todo caso al mencionarla en sus sucesivos connubios con tales circunstancias, no decimos gran cosa. Tanto los que han viajado sobre la extensión del mundo, como aquellos - mucho menos frecuentes, pero también más interesantes - que han descendido a sus sótanos y subido a sus azoteas, saben que en el fondo y hasta en las apariencias, todas las ciudades son idénticas en lo que respecta a ese tipo de enumeraciones. Y, no obstante, a la vez saben, o sospechan, que las particularidades existen: todo análisis existencial desemboca demasiado pronto en la constatación gozosa y terrible de la textura esencial, por mucho que nos resistamos a su evidencia. Pareciera que esa textura cambia de trama según los lugares y momentos - o algo por el estilo -, porque las desemejanzas, de veras están ahí y golpean en los ojos sanos.

Por extensión, creo que Buenos Aires junta a las referencias de siempre -incluso, sin desdeñarlas ni mucho menos - otras cosas no fáciles y bien específicas, que son las propias de los atributos del ser. Ellas aparecen de improviso, alarman, agreden, nos pueblan de silencios, se evaden, se aman huyendo, nos abandonan sin dejarnos más certeza - aunque también es cierto que enseguida la vamos a olvidar - que nada importa sino su comprensión y contemplación.

Es natural, entonces, que piense a la genuina poesía de una ciudad como un esfuerzo de convocatoria a esas esencias, muy a menudo en estrecha alianza con lo cotidiano, pero jamás confundido. Sé que no está en esto, ni la voluntad ni la conciencia del autor, pero es lo mismo; todos conocemos perfectamente de qué se trata: el poeta dijo que alguien había visto "tras múltiple careta igual semblante", lo que no le impide afirmar, unos versos más abajo, que "todo el mundo a su paso es senda nueva"; percibo a las claras que lo anterior no era todo lo visto y, además, que el poeta empeñosamente persiste en seguir al horizonte de la verdad y la perplejidad.

Ninguno de estos interrogantes, tan genéricamente traídos, puede ser ajeno a Buenos Aires, con sus luces del centro y sus ávidos colmillos inmobiliarios; ojalá quienes toman la poesía en su santo nombre hagan de modo - atención, que no nos referimos a la voluntad - que lo verdadero acompañe a las citas del rostro visible.

A propósito, no hay más que desear suerte y esperar. Frente a la tentativa concreta que protagonizan los quince poetas y quince plásticos que congrega este libro, esa es mi actitud, mi posición de amigo y de curioso. En realidad, es un viejo reclamo que se hace toda vez que la poesía y sus proyecciones se hallan por medio y que no implica por fuerza una solicitud de buena fortuna mensurable. A mí siempre se me ha hecho que la mejor suerte consiste en lograr ser más de lo que en sí contiene. Alabo, por ejemplo, el apagado destino de unos versos de Baldomero Fernández Moreno que se encuentran esculpidos en edilicia piedra colocada en las cercanías de mi casa; dicen así: "¿Quién va a fijarse en mí si hay tanta gente, / quién va a escuchar mi voz si hay tanto ruido?".

Equivalen, bien pensado, a una jactanciosa noción de que el mundo la ciudad lo ha usado a uno como engranaje. Del resto, de literatura y de contexto expresivo, no es preciso hablar: los treinta testimonios que siguen bastan y sobran; acerca de esto tengo confianza y dejo mi mejor augurio.

Fernando Sánchez Zinny

Los autores con sus ilustradores aparecen en orden alfabético así que el primero soy yo. La ilustración es mía de la época en que era un buen copista, ya que no pude ser un buen artista como lo fueron mi padre, mi hermano y tío Mario

Luego los datos del autor: “Chalo Agnelli, 30 años, quimeño, padre, maestro, poeta y juglar (en ese orden). Alguna vez escribió un libro, tiene dos hijos: Alfonsina y Xavier (aún no había llegado mi Sol) y su carencia es que sólo le falta plantar un árbol que dé flores, frutos, sombre, oxígeno y abrigo a los gorriones. La roa es del autor (sólo sabe dibujar flores)”

(Creo que el prólogo también es autoría de la escritora Carmen Freda)


Chalo Agnelli/2019 


 

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