“HABÍA UNA VEZ…” DE VERÓNICA VIOLA FISHER

 Esa centenaria frase “había una vez” de la infancia, que abría la puerta a hechos de ficción, sucesos fantásticos, principios mágicos se personaliza y encuentra aquí una nueva orientación, se expande hacía lugares insospechados y nos llega en la letra y la voz de Verónica Viola Fisher.

Había una vez una lágrima que era famosa entre todas las lágrimas vivas. Era como una leyenda que decía: en el borde del camino entre la vida y la muerte, está la lágrima agarrada al lacrimal, y no cede. Está viva, sola. Las demás caen, hacia su desaparición, rápida o lenta, saltando al vacío hasta explotar contra la mano o la almohada, o deslizándose por la mejilla, lentamente. Mientras tanto, la lágrima sudaba, y sus gotitas de sudor caían al vacío, dejándola más pequeña. Iba muriendo de a poco. A todo esto, el lacrimal, enamorado de la lágrima, la sostenía, la agarraba, la apretaba contra sí, intentando evitar su muerte. Pero ni los médicos pueden con ella. Finalmente, la lágrima quedo hecha una fibra de agua, ínfima, que humedeció la mejilla, hasta evaporarse, marcándola para siempre.

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Había una vez un libro que había sido leído sólo por su autor. El autor lo tenía muerto en su computadora. Era basura de papelera de reciclaje. Hasta que un día entró un virus en la máquina. Y el virus lo leyó. Entonces, empezó a reproducirlo cientos de veces dentro del sistema. Desde la pantalla se abría el archivo una y otra vez como linos artificiales. El autor quería eliminarlos, y no podía. Arregló la computadora, eliminó el virus, pero le quedaron cientos de esos archivos para eliminar. Uno por uno, cada vez que los eliminaba, decidía que tenía que leerlo otra vez. Hasta que quedó uno, y al instante, fue leído por el autor.

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Verónica Viola Fisher nació en Buenos Aires en 1974. A lo largo de su producción, se sostiene la voz dolorida y valiente de su primer libro, aunque el tono y la ironía toman nuevas formas. Ha publicado “Hacer Sapito” (Editorial Nusud, Buenos Aires, 1995; reedición en 2005 por Gog y Magog), “A boca de jarro” (Edición A Secas, Buenos Aires, 2003), “Arveja Negra” (Vox, Bahía Blanca, 2005), “Notas para un agitador” (La calabaza del diablo, Santiago de Chile, 2008). Forma parte de varias antologías, entre ellas, “Monstruos”, “Antología de la joven poesía argentina” (Fondo de Cultura Económica, 2001, a cargo de Arturo Carrera), y “Poetas argentinas 1961-1980”, Ediciones del Dock, 2008, a cargo de Andi Nachón). Hay poemas de Verónica en el blog “Revista Invisible” de Florencia Abadi. “Había una vez” fue publicado por Caleta Olivia en 2019.

Había una vez un paisaje hermoso. El paisaje era un paisaje de mar a un lado y morros selváticos al otro. El paisaje según las horas del día, cambiaba de color. El cielo, el mar, llegaban a ser sombras verdes, azules, amarillas. El óleo le quedaba chico, y quiso salirse de la tela. Pero no había espacio en el mundo para él. Los dioses lo mantenían hermoso dentro del marco. Hasta que un día, desde el mar, vino un tsunami. El paisaje inundó entonces el museo.

¿Qué pasa cuando no hay un yo que habla? Cuando lo que habla son manos, lengua, panza, uña, pero también padre, santa, niña, paisaje, libro, tornillo: una constelación de cosas, objetos y sensaciones, unidos solo por la voz que narra "Había una vez un futuro. Había una vez un qué va a pasar." Ya desde Hacer Sapito, Verónica Viola Fisher supo hacer buen uso de los refranes populares. En este nuevo libro, desarma el sintagma de los cuentos infantiles "Había una vez" para extremar la lengua. Alejándose de la poesía confesional, elude el yo de una forma maestra. Tal vez heredera de Thénon, la ironía irrumpe en los poemas desarticulando el sentido común: "Había una vez un sexo. Un sexo no sexuado. Un sexo con una sexualidad. Un sexo sexy". El humor atraviesa los poemas y las palabras forman un universo de sentido donde hay que hacer un esfuerzo para atrapar la imagen. Un juego con la lengua como si fuera un rompecabezas y lo único que pudiera hacer la poeta es desmenuzar las piezas que lo componen. Ir probando, ver si encajan, pero una vez que encajan volver a desmontarlas para desconcertar al lector. Viola Fisher usa las palabras como juguetes, las encima, las enumera y las agrupa evidenciando las trampas del lenguaje y dejando ver un mundo lúdico, lleno de revelaciones.

Nurit Kasztelan[1]

Había una vez una cajita de música. En la cajita de música, los dientes tocaban Para Elisa. Y afuera, una bailarina danzaba. Pero un día nadie más le dio cuerda, y se oxidó. Entonces la encontró una niña. La niña guardaba la cajita de música como un tesoro, y cada vez que le daba cuerda cantaba y bailaba, como si fuera ella la bailarina y ella la música. La cajita de música era inspiradora aún muerta. Así, hay objetos eternos, que se reinventan y dan cosas diferentes en diferentes momentos.

Gentileza Alfonsina Agnelli



[1]Nurit Kasztelan nació en Buenos Aires en 1982. Ha publicado los libros Movimientos incorpóreos (Huesos de Jibia, Argentina, 2007), Teoremas (La Propia Cartonera, Uruguay, 2010), Lógica de los accidentes (Vox, Argentina, 2013; Liliputienses, España, 2014), O amor era um jogo instável (Nosotros, Brasil, 2018) y Después (Caleta Olivia, Argentina, 2018; Liliputienses, España, 2019). Codirige la editorial Excursiones y tiene una librería atípica en su casa: Librería Mi Casa (www.libreriamicasa.com.ar). Ha sido traducida al inglés y al portugués.

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