"YO SOY ARIEL" DE ARIEL M. GONZÁLEZ
NARRAR LA VIDA Y LOS SUEÑOS PARA ZAFAR DEL PACO
Alguien
dijo que la única verdad es la realidad… pero ¿Qué realidad?: la de la mujer
del jugador de fútbol que se fue de Buenos Aires
porque “es muy aburrido” y se estableció en Miami “porque está re divertido”; la
de la anciana sentada en su silla de siempre, frente a la venta que da a la
calle Pringles hojeando una revista vieja y viendo pasar gente y vehículo frente
al geriátrico donde espera la muerte; la del adolescente que se siente hundido
en una angustia que lo corroe, producida por no entender por qué su elección sexual
no es la de sus compañeros; la de la profesora de música que va abatida a la
escuela donde no puede captar el interés ni es respeto de sus alumnos; la del
CEO que sale de su casa en el country acuciado por los constantes cambios de
planes económicos y duda de sus decisiones, duda de sus asesorías, duda de sus
estrategias comerciales, duda con otro nudo en la garganta además del de la
corbata de seda italiana, porque a él le hubiera gustado ser guardaparque; la
de la prostituta angustiada porque la noche anterior no hizo lo suficiente para
mandarle a su madre en Trenque Lauquen donde están sus chicos; la mía, un
septuagenario jubilado que transitó durante cuarenta año escuelas y aulas y puedo
vivir con dignidad de mis ingresos… o la de Ariel, Ariel M. González, un
muchacho villero que resolvió narrar su vida y sus sueños para zafar del paco.
“Yo soy Ariel” es una historia autobiográfica, que,
como dice Federico Simonetti en el prólogo a la presente edición, haciendo una
analogía con “Relatos de un náufrago” de García Márquez “nos sumerge en una
agonía que parece no tener fondo.” Sin golpes bajos, solo con la realidad en la
palma de la mano vuelta hacia arriba Ariel nos lleva a saltar su grieta (ahora
que las gritas se abren por todos lados) para comprobar que del otro lado no
solo está la jactancia de la señora en Miami ni la del muchacho asustando por
su sexualidad ni la de la profesora que no encuentro recursos para ejercer escuchando
al otro ni la del CEO ahogado por su propia corbata ni la de la prostituta
apremiada por las necesidades de sus hijos allá en Tranque Lauquen ni la mía
apoltronada en los años…
Y sí, “Yo soy Ariel”, es contundente, es verdad, una verdad que
muchos ignoramos o queremos ignorar porque no podemos aceptar que es la verdad
de la pobreza, de la miseria no solo material, también espiritual, porque en el
décimo piso de un edificio de Puerto Madero debe haber un Ariel con uniforme de
colegio inglés y una Tablet Android última generación que cura las cicatrices
que no le curó a Matías ni a Pichón, ni a Juli… pero Ariel encontró su caja de
herramientas, donde están las palabras, la memoria y manos para tender a los
que están en el consumo.
“Yo
soy Ariel”
salió de esa caja y vale la pena, es imprescindible abrirla, leerla para mirar
de otro modo porque no es como dicen: “lo hacen porque les gusta”; “le escapan
al laburo, son vagos”; “¿por qué el Estado se tiene que hacer cargo de ellos?”
Y para no
hacerla larga y decidirse a leer “Yo soy Ariel”, tomo la definición de
Gustavo, un cura de la Villa 1-11-14:
“Sucede que escribir, como
lo ha hecho Ariel, supone empezar a decir una palabra con sentido. Hace
aparecer la palabra. Me la puede decir, y se las puedo decir a los demás. Se da
así la comunicabilidad de la propia vida. Si la adicción desintegra, el relato
es sanador porque integra. De algún modo busca darle un sentido a lo sufrido, a
lo vivido, a lo padecido. Une el rompecabezas de la propia vida. El relato nos
permite acceder a la historia como proceso, como linealidad. Y así el cambio,
la transformación, se vuelve posible hacia adentro.”
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