“NÉSTOR Y YO” POR MARISA HUTCHISON

Por Marisa Hutchison, octubre 27 / 2010-2020.

Corría la crisis del 2001/2002 y, como una noche más de fin de semana, el tiritar de mis dientes, de mi delgado cuerpo, corría en la estación de Quilmes para treparme al furgón con mi bici, mientras el placer haber zafado del boleto se mezclaba con la tibieza de los besos de despedida de mis dos hijos que aún adornaban mi mejilla. Puedo decir que de aquellas noches de trabajo, los más bellos recuerdos eran esos besos.

Hasta llegar a la estación Hipólito Yrigoyen, la costumbre era casi despiadada; por las ventanillas sólo se veían bocetos apocalípticos, familias hurgando entre la basura, infantes en abandono… cada parada un escenario más y más cruento. En el interior de la formación tampoco abundaban las sonrisas, por el contrario. Todo era útil, hasta alcancé a ver una familia que debía subsistir por el aluminio que la misma formación les “proveía”.

La querida estación Yrigoyen era lúgubre, literalmente una estación “fantasma”; una boletería oxidada, con telas de arañas, con un pequeño farol perdido que invitaba al delito o a correr. Andar por las calles fabriles del barrio de Barracas por esa época, no fue sencillo. Comencé en la planta fabril de arroz y yerba con 24 años y laburé 24 años más pero jamás vi sus alrededores tan desérticos, sin movimiento, inexplicable ¿Cómo entender un desierto de fábricas? ¿Qué pasó con mis compañeras y compañeros laburantes? Desolación, incertidumbre dentro de un contexto social tan adverso que hasta llegué a “naturalizarlo”.

Así llegaste a nosotros, viví tus inicios de gobierno sin mayores expectativas; sinceramente, ya te conocía de antes. Supe de tus palabras de rechazo a las medidas absurdas del villano López Murphy, de tu gestión como gobernador, sabía de tu rebeldía, pero juro que no guardaba esperanzas pues tu apellido venía pegado al de Duhalde. Recuerdo que aprendí sobre los objetivos concretos como: bajar dos puntos la desocupación, el superávit gemelo, objetivos que no serían cambios de la inmediatez sino un cambio los paradigmas. “Un gobierno no debe distinguirse por sus discursos ni por sus anuncios grandilocuentes sino por sus acciones y las de sus equipos”. ¡Cómo olvidar lo de Palomar donde escuchamos: “No tengo miedo, no les tengo miedo, queremos el ejercito de San Martín y Belgrano” mientras mirabas a los milicos en fila! O aquella mirada contundente a Míster Bush cuando hicimos historia gritando nuestro mensaje al Mundo “¡No al ALCA!”. O en aquel 2003: “Rechazamos de plano la identificación entre la gobernabilidad e impunidad, que algunos pretenden”. Qué decir de tu capacidad de amor, de memoria, de latinoamericanista y caribeño, de humanista… y tu humildad.

El destino quiso que la rutina mezclada con el paso del tiempo, volviera a situarme en la misma estación Yrigoyen para poder contarles a mis hijos, hoy ya jóvenes, que con Néstor, esa que yo veía como estación fantasma, cobró vida como un arcoíris.

Para mi sorpresa, un domingo por la noche tuve que hacer cincuenta metros de fila para sacar boleto, había mucha iluminación, murales y esas quince cuadras de distancia hasta llegar a la fábrica, preferí hacerlas a pata, para aprovechar la charla con compañeras y compañeros que ahora sí, laburaban, como yo.

Cada vez que me preguntan si recuerdo dónde estaba aquel día 27, el del censo, el de la triste noticia ¿Cómo no saberlo? ¡Si todavía no te vas!

Marisa Hutchison

 

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