“NÉSTOR Y YO” POR MARISA HUTCHISON
Por Marisa Hutchison, octubre 27 / 2010-2020. Corría la crisis del 2001/2002 y, como una noche más de fin de semana, el tiritar de mis dientes, de mi delgado cuerpo, corría en la estación de Quilmes para treparme al furgón con mi bici, mientras el placer haber zafado del boleto se mezclaba con la tibieza de los besos de despedida de mis dos hijos que aún adornaban mi mejilla. Puedo decir que de aquellas noches de trabajo, los más bellos recuerdos eran esos besos. Hasta llegar a la estación Hipólito Yrigoyen, la costumbre era casi despiadada; por las ventanillas sólo se veían bocetos apocalípticos, familias hurgando entre la basura, infantes en abandono… cada parada un escenario más y más cruento. En el interior de la formación tampoco abundaban las sonrisas, por el contrario. Todo era útil, hasta alcancé a ver una familia que debía subsistir por el aluminio que la misma formación les “proveía”. La querida estación Yrigoyen era lúgubre, literalmente una estación “fantasma”; una