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Mostrando entradas de 2020

"MI PERENNE NIDO" DE EMILY DICKINSON

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su pecho es propicio para perlas, pero yo no soy un buceador. su frente es propicia para tronos, pero yo no tengo penacho. su corazón es propicio para un hogar. yo — un gorrión — construyo ahí con la dulzura de las ramas mi perenne nido. Emily Dickinson 10/12/1830-15/5/1886 Dibujo Daniel Hurrell    

“NÉSTOR Y YO” POR MARISA HUTCHISON

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Por Marisa Hutchison, octubre 27 / 2010-2020. Corría la crisis del 2001/2002 y, como una noche más de fin de semana, el tiritar de mis dientes, de mi delgado cuerpo, corría en la estación de Quilmes para treparme al furgón con mi bici, mientras el placer haber zafado del boleto se mezclaba con la tibieza de los besos de despedida de mis dos hijos que aún adornaban mi mejilla. Puedo decir que de aquellas noches de trabajo, los más bellos recuerdos eran esos besos. Hasta llegar a la estación Hipólito Yrigoyen, la costumbre era casi despiadada; por las ventanillas sólo se veían bocetos apocalípticos, familias hurgando entre la basura, infantes en abandono… cada parada un escenario más y más cruento. En el interior de la formación tampoco abundaban las sonrisas, por el contrario. Todo era útil, hasta alcancé a ver una familia que debía subsistir por el aluminio que la misma formación les “proveía”. La querida estación Yrigoyen era lúgubre, literalmente una estación “fantasma”; una

HUDSON Y LA MADRE

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Guillermo Enrique Hudson … Jamás le dije a mi madre una palabra de mis dudas y agonías mentales. Le hablé únicamente de mis padecimientos físicos. Sin embargo, ella lo sabía todo y yo no ignoraba que ella lo sabía. Y porque ella conocía y comprendía el estado de mi mente, nunca preguntó, jamás sondeó, pero invariablemente, cuando se hallaba a solas conmigo, con infinita ternura, tocaba materias espiritua­les y me informaba de su propio estado. Los consuelos de su fe le daban paz y fortaleza en los reveses y en las ansiedades. Sabía también que su interés por mí era el más grande, pues no ignoraba la especie de angustias que me presionaban y depri­mían. Mi hermano mayor, tan largo tiempo ausente, apenas había dejado de ser un niño cuando ya se había desprendido de toda creencia en la fe cristiana, jactándose de haberse librado de fábulas de viejas, como decía con desdén. Pero nunca le expresó a nuestra madre nada al respecto. No obstante, ella lo adivinó. Cuando nos hablaba del asu

GUILLERMO E. HUDSON Y EL ESTORNUDO

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Algunos años atrás los diarios de Londres trajeron el relato de la extraña muerte repentina de un vigoroso niño que se encontraba jugando sobre la alfombra cerca de la cual su padre sentado en un sillón, leía su periódico. A raíz de un fuertí­simo estornudo del padre, el niño se desplomó instantánea­mente en el suelo, expirando uno o dos minutos después. Este incidente me recordó un amigo que tuve en Londres, cuyos estornudos han sido los más formidables que he oído; la casa entera se conmovía como si se hubiera producido la explosión de un barril de pólvora. También recordé otros hechos relacionados con estas sorprendentes tempestades mi­núsculas o "terremotos” a que el organismo está sujeto, así como también la consideración supersticiosa de que el estor­nudo era una especie de advertencia de una muerte súbita que podía ocurrimos en cualquier momento. El hecho es que exis­te la costumbre muy conocida en todas partes, de decir "sa­lud” o algo parecido cuando el vecino e