“REPLANTAR” POR LAURA ORMAECHEA
El poema se
quedó suspendido en una letra, a la que regresa incesantemente para encontrarle
el sentido al horizonte completo. La letra que brilla y desaparece, que brilla
y se esconde, que se contenta con la intermitencia como las luciérnagas en la
noche romana. La letra que es imagen-luciérnaga, que es resistencia y
supervivencia. El poema no puede sino volver a ella, volver al enlace entre dos
palabras, entre dos ideas, entre dos personas, entre dos identidades de la
misma sustancia. La letra que abraza y separa, que refiere en si misma a la
indefinición, a lo infinito, a lo inagotable, a lo inabarcable. Y, no hay
manera de sobrepasar ese trazo, ese dibujo sobre el papel. Así como el tiempo
no puede seguir adelante después de abril, después del otoño, y de la caída de
las hojas, tampoco el autor puede concluir su poema sin demorarse infinitamente
en esa la única- letra, el trazo sobre el que erigió sus dibujos, sus
castillos, sus bosques y toda Roma. Las hojas de un árbol que caen de las
ramas, y las ramas que caen del árbol que no puede retenerlas aun
implorándoles. El árbol otrora frondoso y fresco, febril y pasional, hoy
patético y seco, amputado de sus ramas, de sus brazos, de sus abrazos, de su
extensión, de su ampliación. Hoy el árbol se suspende, se queda, se encierra, y
no lo volvemos a ver hasta la primavera. Pero la primavera no logra que se
retire abril, no logra que el árbol vuelva a crecer, a germinar, a renacer. El
árbol, muere en la noche oscura sin las luciérnagas de Roma, sin las letras
griegas, sin los tiempos que devienen, porque el árbol, la mujer, el poema, no
pueden moverse, no pueden seguir a las luciérnagas. El árbol y yo estamos
enraizados, y si no vienen a alumbramos en la noche no podemos correr en busca
de las pequeñas luces intermitentes y danzarinas.
Hay que dejar
ir a las hojas, hay que avanzar, aun sin hilvanar ideas, aun fragmentadamente.
Hay que recoger las hojas, las ramas, las letras, los escombros, y rearmar -en
un montaje siempre infructuoso pero persistente el rompecabezas. Y, si la
letra no se deja borrar, si la letra reaparece en la madrugada, en el monte, en
el claro del bosque, cerca de la Vía Medici, dormirse, y soñar con bancos de
plaza y bloques de colores, y convertir el sueño en cuento, y narrarlo a quien
quiera oír, y al que no también. Y replantar el árbol, replantar a la mujer,
replantar el poema.
FUENTE
"Viajero". Revista literaria N° 140 - Mayo 2019. Pág. 11
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