EL NARANJO DE MEDARDO ANTÓN
"Es hermoso escribir
porque reúne las dos
alegrías:
hablar uno solo y hablarle a la multitud"
(Cesare Pavese)
Es
una rosa. Un rosa rosa.
Pegada a su tallo, a su rama, al rosal que se levanta solo, solitario sobre la tierra negra del jardín de atrás de la casa verde de Medardo Antón.
Una mano va hacia la rosa, la arranca del rosal y la rosa rosa con una espina le da en el pulgar.
Protesta la mano y manda por el brazo, al hombro, al cuello, el dolor y el grito.
El grito despierta el ladrido de Garufa el perro de Medardo Antón; al que responden otros cuantos perros que con sus ladridos disparan las alarmas de todos los autos del barrio, que, a su vez, activan las alarmas del supermercado Venecia, de la farmacia La Saludable, del banco de Crédito Posible y de la ferretería El Clavo Miope.
La policía sospecha un robo y acude a toda sirena y en el apurón choca con una camioneta que transporta naranjas del Paraguay.
El naranjero se lamenta, el policía lamenta sus magullones y los vecinos contentos, despabilados y presurosos salen con bolsas y cajas a cosechar los frutos del sol que ruedan bien dispuestos hacia todos; pisotean y exprimen un río anaranjado que se va por el cordón a la alcantarilla, a los desagües pluviales, a dorar ese río pardo de acá no más.
Desde la rama más alta del roble un gorrión observa una semilla que le señala el asfalto.
Se lanza rasante, la toma y se eleva. Vuela sobre el árbol, las veletas, los techos y un golpe de viento le hace caer la semilla al jardín de atrás de la casa verde de Medardo Antón.
En ese mismo momento una lluvia emocionada la hunde en la tierra negra junto al rosal.
Pegada a su tallo, a su rama, al rosal que se levanta solo, solitario sobre la tierra negra del jardín de atrás de la casa verde de Medardo Antón.
Una mano va hacia la rosa, la arranca del rosal y la rosa rosa con una espina le da en el pulgar.
Protesta la mano y manda por el brazo, al hombro, al cuello, el dolor y el grito.
El grito despierta el ladrido de Garufa el perro de Medardo Antón; al que responden otros cuantos perros que con sus ladridos disparan las alarmas de todos los autos del barrio, que, a su vez, activan las alarmas del supermercado Venecia, de la farmacia La Saludable, del banco de Crédito Posible y de la ferretería El Clavo Miope.
La policía sospecha un robo y acude a toda sirena y en el apurón choca con una camioneta que transporta naranjas del Paraguay.
El naranjero se lamenta, el policía lamenta sus magullones y los vecinos contentos, despabilados y presurosos salen con bolsas y cajas a cosechar los frutos del sol que ruedan bien dispuestos hacia todos; pisotean y exprimen un río anaranjado que se va por el cordón a la alcantarilla, a los desagües pluviales, a dorar ese río pardo de acá no más.
Desde la rama más alta del roble un gorrión observa una semilla que le señala el asfalto.
Se lanza rasante, la toma y se eleva. Vuela sobre el árbol, las veletas, los techos y un golpe de viento le hace caer la semilla al jardín de atrás de la casa verde de Medardo Antón.
En ese mismo momento una lluvia emocionada la hunde en la tierra negra junto al rosal.
***
Pasaron
otras lluvias y otras primaveras, un otoño oxidado y un invierno de narices
coloradas y ahora el rosal bien acompañado, mira pintar a su lado doradas
naranjas jugosas de azahar.
Chalo Agnelli
Publicado en la revista "El Buscador" de enero de 2004
Publicado en la revista "El Buscador" de enero de 2004
“Las
Historias de Medardo Antón” fueron una serie de relatos, cuentos,
historias (serie Roja) escritos para
trabajar en 3° ciclo de la E.G.B., 1° año polimodal, 1996. Para adolescentes de entre 12 y 15 años. En este el presente es el tiempo narrativo.
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