PARA CERRAR LA CASA

 

Me tiro en la cama,

la tarde se extiende entre letargos

desde el mediodía,

amarillando las hojas de la fronda

que se tira en la casa.

Recuerdo el parque de Pirán:

con los riachos y el puente;

la glorieta de mármol,

desnuda, vidriada,

cercada de pasos, buscando la brisa,

bajo el techo hundido

que deja penetrar

el entramado de rayos;

las gotas hacen aretes en el ficus.

Por la ventana del cuarto

entra un sonido de sol

que aplasta la tarde de modorras,

suave aliento desmelena los plátanos

y se filtra por las hendijas,

abraza los libros.

Dos mariposas seducen

una rosa aferrada al muro

y un bochinche lejano

de nostalgias de potrero

balancea el silencio.

Letal, el día endominga las formas

con una tregua a la locura.

 

Me siento en el vestíbulo

que prolonga un otoño que no se anima.

El dorado de Canela

se apoltrona a mis pies

sin perder de vista los gorriones 

que se atreven a la baranda.

Entonces recuerdo

pronto tendré la llave

para cerrar la casa y mi puerta

Chalo Agnelli

5 de mayo de 1999

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