PARA CERRAR LA CASA
Me tiro en la cama, la tarde se extiende entre letargos desde el mediodía, amarillando las hojas de la fronda que se tira en la casa. Recuerdo el parque de Pirán: con los riachos y el puente; la glorieta de mármol, desnuda, vidriada, cercada de pasos, buscando la brisa, bajo el techo hundido que deja penetrar el entramado de rayos; las gotas hacen aretes en el ficus. Por la ventana del cuarto entra un sonido de sol que aplasta la tarde de modorras, suave aliento desmelena los plátanos y se filtra por las hendijas, abraza los libros. Dos mariposas seducen una rosa aferrada al muro y un bochinche lejano de nostalgias de potrero balancea el silencio. Letal, el día endominga las formas con una tregua a la locura. Me siento en el vestíbulo que prolonga un otoño que no se anima. El dorado de Canela se apoltrona a mis pies sin perder de vista los gorriones que se atreven a la baranda. Entonces recuerdo ...