"¡YO TUVE UN AMIGO!"

A Leopoldo Russo

ojalá que cuando seamos grandes seamos tan amigos como cuando somos chicos...

Chalo Agnelli

… alguien me dijo que no es casual…que desde siempre nos elegimos. Que nos encontramos en el camino de la vida, nos reconocimos y supimos que en algún lugar de historias pasadas fuimos del mismo equipo.

Pasan las décadas y al volver a recorrer los vados de los ríos, tengo muy presentes las cualidades que lo trajeron a mi patio. Corajudo, reidor y con labia. Capaz de pasar horas enteras escuchando, muriéndose de risa, consolando. Dramaturgo de sueños, hacedor de planes, ingeniero de la cocina.

Cuando las cabezas de dos hombres se juntan alrededor del fuego, brotan fuerzas, crecen magias, arden brasas, festejan, curan, recomponen, inventan, crean, unen, desunen, entierran, rezongan, discrepan con violencia para acordar con ternura.

Ese fuego estaba en el galpón del fondo, donde jugábamos en la infancia, en la sala vieja de aquella casa, en el patio del colegio, en el corredor de la facultad, en la mesa de muchos bares, mateando en la plaza, en los tablones de madera de la cancha de la calle Guido, durante un fin de semana autóctono en San Andrés de Giles, en las butacas de todos los teatros de Buenos Aires y las de la calle Moreno, de La Merced y las de la Casa de la Cultura y las de la Sociedad Italiana. Trasnochadas de vino y cine seguidas de amaneceres en la casa del otro; las de adolescentes, después de un asado en lo del gordo Solís, en la vieja casa de Quintana, o para preparar un ensayo o un práctico, o para cerrar una noche de Skermo cine-club o de jazz en Barrabás; las de “venite el sábado, che” porque no hay nada mejor que hacer en el mundo que escuchar música, y hablar, hablar y hablar hasta cansarse; las largas charlas de adultos, a veces, para aislar la desesperanza desgranando entuertos políticos para proponernos un país mejor y, entonces, nos desdoblamos en más palabras, para recordar que siempre hay un mañana; otras veces para compartir, departir, construir, sin excusas, solo por las meras ganas.

Cuando se es joven el futuro no existía. Cualquiera mayor de 30 era un viejo y sin embargo…cambiamos. Pasamos noches en blanco, noches en negro, noches en rojo, noches de luz y de penumbras.

Luego crecimos. Amamos. Fuimos amados. Hicimos el amor y cuando correspondió, también la guerra. Nos entregamos. Nos protegimos. Nos casamos, nos juntamos, nos divorciamos. Nos dolimos. Tuvimos hijos. Dejamos y nos dejaron. Fuimos heridos e inevitablemente herimos. Enterramos muertos. Nos enojamos para toda la vida, para descubrir que toda la vida es mucho y no valía la pena. Cuidamos y en el mejor de los casos nos dejamos cuidar.

Sí, crecimos y morirnos muchas veces, pero encontramos el uno en el otros la fuerza para seguir. Porque juntos construimos nuestros propios cimientos, en tiempos donde nuestro edificio recién se empezaba a levantar.

Pero los cuerpos dieron cuenta de esas lides e igual mantuvimos intacta la mirada. La que nos define, la que nos hace saber que ahí estamos, que seguimos estando y nunca dejaremos de estar.

Nunca se está realmente acabado si se obtiene una buena historia y alguien a quien contársela. YO TENGO UN AMIGO Y…

Chalo Agnelli / 2013/2021

 

Comentarios

Entradas populares de este blog

"LAS SANDALIAS NEGRAS" MARISEL HILERIO RIVERA... Y LOS TEXTOS APÓCRIFOS

"SÓLO DIOS SABE CUÁNTO TE QUISE" DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

LA BALADA DE DOÑA RATA DE CONRADO NALÉ ROXLO