¿QUÉ DIRÍA HOY SARMIENTO DE LAS CLASES ONLINE MEDIADAS POR EL CELULAR? POR MARÍA ROSA MARIANI

 Cuando en 2014, la Escuela Normal de Quilmes editaba su revista “El Provocador”, planteaba desde ese lugar examinar a Sarmiento, a la Luz de la Netbook y el Celular, y me preguntaba, interpelando a mis lectores: “¿Qué diría hoy Sarmiento de los provocadores de las pantallas?”

Tras un 2020 en que por la Pandemia las escuelas no tuvieron clases presenciales, en que celulares, tablets y netbooks ocuparon el lugar de la tiza y el pizarrón, en que el Profe se convirtió en Profezoom, cuando se cuestionan los logros de la educación en entornos virtuales; vale la pena recuperar los dichos en ese artículo (ligeramente reformulados), para reflexionar sobre nuestra experiencia.

Transitar momentos de encuentro de docentes (recreos. jornadas, capacitaciones) permite relevar los temas que son preocupación. Uno que aparece de manera recurrente es que los jóvenes no leen, y que no se les ve con un libro en las manos. Quecasi no los conocen. Que se ha perdido el placer de la lectura y que cuando leen, se limitan a tornar contacto visual con el libro solo por obligación; que leen nada más que las páginas indicadas por el profesor para un examen, aunque en la mayoría de los casos, desde fotocopias. Que viven con los teléfonos celulares en las manos, incluso en clase, por lo que en algunos casos, deben exigir que los apaguen y/o los guarden, y hasta proponer sanciones a los que no cumplan con las indicaciones. Aunque familiarizada con las nuevas tecnologías, con una formación analógica, sin pantallas ni teclados ni móviles hasta hace unos pocos años, los artefactos culturales de mi carrera docente fueron los productos tangibles: los libros, los papeles, las bibliotecas, los discos y las películas de celuloide o de vídeo. Inmigrante digital, reconozco que la experiencia es madre de la sabiduría.

Con 43 años en la tarea docente, sí bien pregono el uso de las nuevas tecnologías en el aula, incursiono en Entornos Virtuales de Aprendizaje, y hasta doy alguna capacitación sobre el tema; debo reconocer que me disgustaba que los alumnos estén con sus celulares en las manos durante la clase, especialmente durante la dura tarea de comprender textos en Inglés. En una ocasión, durante la clase un alumno estaba tecleando su celular, le pregunté si no le interesaba la clase, me llevé una gran sorpresa al enterarme que ese alumno que no miraba al frente mientras yo orientaba el procesamiento del texto con preguntas y que no tenía la copia del trabajo sobre el banco. ¡¡No estaba leyendo o mandando mensajes!!  sino que estaba completando la tarea en el archivo que yo misma les habla enviado como adjunto, vía correo electrónico. Inmigrante digital, llego hasta eso: remitir a los alumnos al Grupo Google creado para cada curso y que ellos impriman desde donde quieran, o les resulte más económico. Recuerdo que lo miré, y le dije: 'si lo podes ver bien en esa pantalla tan chiquita, no hay problema", y desde ese entonces, que lean los textos desde donde quieran, y, si necesito evaluar su producción escrita, me lo remiten por la misma vía. También hay otros que consultaban el diccionario por internet, o una aplicación instalada. Aprendí. El azar ha querido que seamos testigos de una revolución comunicativa trascendental: el impacto de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) del Gobierno de Estados Unidos 2001-2005 en nuestra vida alfabetizada, en que la lectura está legitimada socialmente por el soporte papel. Es que esos jóvenes en mis aulas, Nativos Digitales, nacieron en un mundo mediático y tecnológico muy diversificado. Crecieron rodeados de pantallas, teclados, tienen una o varias computadoras en su casa.Desde muy pequeños usan el celular, desde la primaria, pasan más de veinte horas a la semana frente a videojuegos. Estos jóvenes ya no saben lo que es una cinta de casete o un disco de vinilo, ni mucho menos una agenda telefónica de papel. Lejos de pretender incursionar en el debate instalado sobre la competencia entre los libros y el mundo de pantallas, o si en realidad hoy los jóvenes leen menos o más que antes, o si la web requiere lectores más críticos, o si en realidad los chicos leen otras cosas y en otros lugares, con otros fines y de otra manera, todo esto es tema de expertos; pero no cabe duda que leen menos libros. Ante las voces de los que se alarman y los apocalípticos que piensan que la lectura peligra y que está desapareciendo, me planteo qué diría Sarmiento ("el soñador sigue soñándonos', según Jorge Luis Borges) ante esta verdadera explosión del uso de las pantallas reemplazando al libro como el transmisor cultural por excelencia.

Tal vez nos llevaríamos una sorpresa si exploráramos su vida su legado. El multifacético Sarmiento. Periodista, escritor, militar, político, padre del aula, luchador de la educación argentina y latinoamericana, en todas sus actividades puso de manifiesto diversas y variadas obsesiones. Una de ellas fue la obsesión por el hilo tanto el de los alambrados como el del telégrafo. Provocador en todo el sentido de la palabra, desafió a quienes defendían sus derechos a la libre ocupación de la tierra. Para convencerlos de la necesidad de establecer los límites de estancias y localidades en distintas latitudes, en medio de acaloradas discusiones en el ámbito político, solía decir a viva voz: ¡Cerquen, no sean bárbaros! Cercar, alambrar, es ser civilizado: provocando el rechazo de muchos y la admiración de otros, que como José Hernández, en 1882, en su libro titulado Instrucción del Estanciero destacó: "la modificación de mayor consecuencia introducida en la industria rural ha sido la de los alambrados". Con la pluma, en la introducción de Facundo, anunciaba la necesidad de "desatar este nudo que no ha podido cortar la espada, estudiar prolijamente las vueltas y revueltas de los hilos que lo forman y buscar en los antecedentes nacionales, en la fisonomía del suelo, en las costumbres y tradiciones populares, los puntos en que están pegados". Esos alambres, con el avance de la comunicación, dejaron afuera a la "barbarie" ampliando las fronteras de la 'civilización" con el telégrafo. Esas decisiones provocaron el cuestionamiento del Congreso por el uso de fondos de las partidas de puentes y caminos para la construcción de líneas telegráficas. Su Ministro del Interior, Dalmasio Vélez Sársfield, durante una interpelación del 5 de octubre de 1870 argumentó que "... los telégrafos también son caminos; son los caminos de la palabra". Durante su presidencia, en 1870, estaban en funcionamiento 836 millas telegráficas y existían otras 1000 en vías de construcción, provocando los cambios que hicieron que la palabra llegara a los remotos confines de la tierra. Con vehemencia sostenía que "el telégrafo eléctrico se nos introduce de la noche a la mañana sin darnos los buenos días, y sin que haya muchos que puedan darse cuenta de su maravillosa acción, aunque los efectos los estén tocando con el dedo." El mismo Sarmiento que bregaba entonces, para que los libros llegasen a las manos de todos. Difundiéndolos en versiones en español a través de las Bibliotecas Populares; que consideraba fundamental la traducción de los textos; que creía en una educación libre, gratuita y obligatoria como único vehículo para el progreso, para la "civilización"; provocó a la sociedad de la época, con la "importación" de las 65 valientes maestras norteamericanas, que vinieron contratadas para fundar las Escuelas Normales. Educar al soberano requería de maestros, y al incorporar a la agenda política la necesidad de la Formación Docente pasa a la historia provocando la instalación del Sistema Educativo. Educación e hilo (tanto de los cercos como el de los telégrafos) contribuyeron decisivamente a la transformación del contexto, estableciendo la diferencia entre "los que están fuera' y "los que están dentro". Pero a veces, les tenemos miedo, miramos lo nuevo con desconfianza o rechazo. Una frase tomada de un artículo titulado "Correos", aparecido el 1 de abril de 1849 en el diario La Crónica de Santiago de Chile, tal vez ilustre nuestras percepciones de las nuevas tecnologías, y ejemplifique su entusiasmo por un cambio: Tenemos una fatal cordura que nos hace mirar de reojo los progresos y las innovaciones pero debiéramos adoptar, sin vacilar aquellos que tienen la sanción de la experiencia, que han caído ya en el dominio de las demostraciones matemáticas...

 ¿No será que nosotros hoy también miramos de reojo a estas innovaciones? ¿No será que no nos damos cuenta de todo lo que puede ofrecernos? La telefonía móvil puede tener aplicaciones tanto negativas como positivas, pero es de esperar que sin atribuirles un matiz apocalíptico dediquemos nuestro esfuerzo a la reflexión, al aprendizaje crítico de sus usos. Orientándolo para que puedan conducirnos a resultados cada vez más beneficiosos para nuestros alumnos y la sociedad toda. Que la palabra llegue, sostenía Sarmiento. No estaba tan equivocado si en la actualidad, un informe de la UNESCO de 2014, revela los resultados de una investigación sobre un proyecto en el que se usa a la telefonía celular para alfabetizar y acercar el libro a comunidades remotas. Ya decía Emilia Ferreiro en 2001 "Leer y escribir son construcciones sociales. Cada época y cada circunstancia histórica dan nuevos sentidos a esos verbos."

Y para darle nuevos sentidos a leer y escribir desde las pantallas, yo, que también soy una provocadora, pienso que Sarmiento nos diría: "Usen los celulares en las aulas. No sean bárbaros. Aprovechen que hoy no tienen cables. Que la palabra llegue a todos"; y les pido le demos una amnistía al celular, o tal vez, le hagan un guiño al descubrir sus usos positivos.

Eso decía y me decía, pero sin embargo 2020 no nos encontró plenamente preparados para enfrentar el desafío. Es tiempo de avanzar construyendo conocimiento para enfrentar nuevas realidades y que el futuro no nos sorprenda admitiendo que es verdad lo que dijo Rod Paige - Secretario de Educación del Gobierno de los Estados Unidos 2001 – 2005.

"Todavía educamos a nuestros estudiantes desde la base de un horario agrícola-ganadero, en un escenario industrial, pero les decimos que viven en la era digital."

Mg. María Rosa Mariani

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