SIEMPRE CORTAZAR...
Tenía 14 años cuando leí por primera vez a Cortázar. Era 1960. "Bestiario". Fue un regalo que me hizo para mi cumpleaños
Carmen Mandile, amiga de mi madre, quien como integrante de la comisión directiva de la Biblioteca Popular Pedro Goyena acababa de leer el libro que alguien donó a esa institución recientemente creada y le pareció exacto para mi pasión lectora. Yo no conocía al autor, nunca lo había sentido nombrar, creo. Tres cuentos de ese libro cambiaron mi salvaje y desordenado gusto por la lectura: Casa Tomada, Circe y Bestiario. Eso fue suficiente para correr a la librería "El Inglés" y pedí a sus dueños Alicia Bornand y su esposo Osvaldo Carbone, más de ese tal Cortázar. Prometieron traérmelo a la brevedad y así llegué a "Final del juego" y "Las armas secretas". En la librería Sarmiento, encontré y navegué luego con "Los premios" y de allí salté por largo tiempo a "Rayuela", que fue libro de viaje, pues en 1964, viajé a Venezuela donde permanecí poco más de un año y durante todo ese tiempo leí "Rayuela" en todas las posibilidades que habilita.
Este año, en el Centenario del nacimiento de Cortázar y a 30 años de su fallecimiento, hacen 54 años que sigo leyendo sus siempre últimas obras literarias... cuando releo todo lo que leí de Julio... y leí todo...
Van dos textos de "Rayuela":
posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpos de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (como te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos, las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusíer van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdóname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la mesa de luz. Stop, ya está bien así. También puedo ser grosero, fíjate. Pero fíjate bien, porque no es gratuito.” Cortazar, J. “Rayuela”.Cap. 93)
Carmen Mandile, amiga de mi madre, quien como integrante de la comisión directiva de la Biblioteca Popular Pedro Goyena acababa de leer el libro que alguien donó a esa institución recientemente creada y le pareció exacto para mi pasión lectora. Yo no conocía al autor, nunca lo había sentido nombrar, creo. Tres cuentos de ese libro cambiaron mi salvaje y desordenado gusto por la lectura: Casa Tomada, Circe y Bestiario. Eso fue suficiente para correr a la librería "El Inglés" y pedí a sus dueños Alicia Bornand y su esposo Osvaldo Carbone, más de ese tal Cortázar. Prometieron traérmelo a la brevedad y así llegué a "Final del juego" y "Las armas secretas". En la librería Sarmiento, encontré y navegué luego con "Los premios" y de allí salté por largo tiempo a "Rayuela", que fue libro de viaje, pues en 1964, viajé a Venezuela donde permanecí poco más de un año y durante todo ese tiempo leí "Rayuela" en todas las posibilidades que habilita.
Van dos textos de "Rayuela":
TESTIMONIO
“Contrariamente al estrecho criterio de
muchos que confunden literatura con pedagogía, literatura con enseñanza,
literatura con adoctrinamiento ideológico, un escritor revolucionario tiene
todo el derecho de dirigirse a un lector mucho más complejo, mucho más exigente
en materia espiritual de lo que imaginan los escritores y los críticos
improvisados por las circunstancias y convencidos de que su mundo personal es
el único mundo existente, de que las preocupaciones del momento son las únicas
preocupaciones válidas (...). ¡Cuidado con la fácil
demagogia de exigir una literatura accesible a todo el mundo! Muchos de los que
la apoyan no, tienen otra razón para hacerlo que la de su evidente incapacidad
para comprender una literatura de mayor, alcance. Piden
clamorosamente temas populares, sin sospechar que muchas veces el lector, por
más sencillo que sea, distinguirá instintivamente entre un cuento popular mal
escrito y un cuento más difícil y complejo pero que lo obligará a salir por un
momento de su pequeño mundo circundante y le mostrará otra
cosa, sea lo que
sea, pero otra cosa, algo diferente, Por supuesto, sería ingenuo creer que toda
gran obra puede ser comprendida y admirada por las gentes sencillas; no es así,
y no puede serlo.
Pero la admiración que provocan las tragedias griegas o las
de Shakespeare, el interés apasionado que despiertan muchos cuentos y novelas
nada sencillos ni accesibles, debería hacer sospechar a los partidarios del mal
llamado “arte popular” que su noción de pueblo es parcial, injusta, y en último
término peligrosa. No se le hace ningún favor al pueblo si se le propone una
literatura que pueda asimilar sin esfuerzo, pasivamente, como quien va al cine
a ver películas de cowboys. Lo que hay que hacer es
educarlo, y eso es en una primera etapa tarea pedagógica y no literaria. Tal
posición — vale anotarlo — coincide exactamente con la que planteó y defendió Vladimir Maiakóvski
en su poema “Mássam niéponiátnó” (“incomprensible a las masas”, 1927) y en el
texto teórico “Los obreros y los campesinos no comprenden lo que usted dice”
(1928)
Revista Casa de las Américas, Nº 15/16,
1962/63
OTRO AMOR
“Amor mío, no te quiero por vos ni por mí
ni por los dos juntos, no te quiero porque las sangre me llame a quererte, te
quiero porque no sos mía, porque estás del otro lado, ahí donde me invitás a
saltar y no puedo dar el salto, porque en lo más profundo de la posesión no estás en mí, no te alcanzo, no paso de tu cuerpos de tu risa, hay horas en que me atormenta que me ames (como te gusta usar el verbo amar, con qué cursilería lo vas dejando caer sobre los platos, las sábanas y los autobuses), me atormenta tu amor que no me sirve de puente porque un puente no se sostiene de un solo lado, jamás Wright ni Le Corbusíer van a hacer un puente sostenido de un solo lado, y no me mires con esos ojos de pájaro, para vos la operación del amor es tan sencilla, te curarás antes que yo y eso que me querés como yo no te quiero. Claro que te curarás, porque vivís en la salud, después de mí será cualquier otro, eso se cambia como los corpiños. Tan triste oyendo al cínico Horacio que quiere un amor pasaporte, amor pasamontañas, amor llave, amor revólver, amor que le dé los mil ojos de Argos, la ubicuidad, el silencio desde donde la música es posible, la raíz desde donde se podría empezar a tejer una lengua. Y es tonto porque todo eso duerme un poco en vos, no habría más que sumergirte en un vaso de agua como una flor japonesa y poco a poco empezarían a brotar los pétalos coloreados, se hincharían las formas combadas, crecería la hermosura. Dadora de infinito, yo no sé tomar, perdóname. Me estás alcanzando una manzana y yo he dejado los dientes en la mesa de luz. Stop, ya está bien así. También puedo ser grosero, fíjate. Pero fíjate bien, porque no es gratuito.” Cortazar, J. “Rayuela”.Cap. 93)
Chalo Agnelli
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