LIBRO DE LAS CAUSAS INSTRUIDAS EN BUENOS AIRES DURANTE LOS SIGLOS XVII Y XVIII


CONTIENDAS, PLEITOS... LE SUCEDIÓ A LA GENTE. (Transcripción textual)

1787

Francisco Sayo, sargento, pone preso a Raymundo Chasarreta, por vago, vicioso, y por haberse escapado del Tucumán con una cuñada suya, con dos hijos, su manceba; y como si fuera poco, haberle jugado hasta la ropa. Parece que Chasarreta se trajo a María Isabel de allá, aunque estaba casado con la hermana. Y como los padres lo supieron, hubo fuga. Y llegados en octubre de 1786, le jugó dos hebillas de plata, y un rebozo de bayeta, y la castigaba porque ella estaba arrepentida y quería huir. Lo sabe Juana Carrizo, en cuya casa viven. Y ésta comparece y dice que por caridad le franqueó un cuarto, y lo supo todo por las quejas de María Isabel. Hasta que una noche Raymundo le pegó muy feo, y Juana intervino, y él redobló contra ella y echándose el poncho al hombro se la encaró diciéndole, qué se metía ella en lo que no le tocaba, que si él quería sacaría por la calle a la doña María Isabel, y haría lo que quisiese de ella, lo que dio mérito a que la declarante se encerrase en su sala. . . Al día si­guiente cayó Sayos y hubo prisión y proceso. Y Chasarreta asegura que pensaba dejar la mala vida; y María Isabel tenía dos hijos, pero no suyos; y como era soltera, cabe imaginarse el resto. Y además que nunca la castigó, sino que, pensando separarse, una noche le pegó un rempujón por haberse enojado ella con el con­fesante a causa de haver retado a su lujo por haverse desbergonzado con una señora en cuya casa vivían. Y acepta que le empeñó una pollera de sarguilla, pero no el rebozo (regalo suyo, por otra parte), hay que decir las cosas como son. También le jugó las hebillas, es verdad. Y preguntado si sabía que el amancebamiento con una cuñada hera pecado y delito más grave que si lo hubiera hecho con otra mujer con quien no tubiere la relación de paren­tesco, de afinidad que con ella tiene (y a fe que la afinidad debía de ser mucha), dijo que no, y no sabía fuera pecado mayor que hacerlo con otra. Y el Fiscal acusa, y como Chasarreta no tiene plata, lo defiende el de Pobres, y éste dice que la ley castiga el público delito, y su defendido es tan discreto que la Carrizo lo tenía por casado, de manera que no había escándalo; ello sin contar con que estaba arrepentido. Y que lo mejor sería facilitar la vuelta, para que haga vida marital con su legítima esposa, pero con recaudos para que esta no se entere, pues de saberlo podría pedir la separación, con todos los males que eso acarrea. Pero ya está Chasarreta en presidio, no obstante tan razonable solución, y condenado a dos años. Aunque todavía el Fiscal pide que le agreguen otros dos, y doscientos azotes, por incesto, adulterio y varias palabras más de dura pronunciación. Y la sentencia se confirma, con el agregado de que será Chasarreta sacado a ver­güenza pública, y presa María Isabel, por muy coautora que fue del asunto fuga. Y él fue a caballo, con competente custodia de soldados y ministros, por las calles públicas y acostumbradas, hasta que lo volvieron a la cárcel.

A lo mejor se querían.

1790

Causa contra Pablo Domínguez Uron, allá por 1790, por haber insultado a Joseph San Martín (no el de Yapeyú, le falta el "de”) en la persona de su mujer, y otras cosas que se le atribuyen.

Y el tal Domiciano Uron, además de deslenguado, es robador de gallinas que después, con la mayor desvergüenza, vende en la plaza. Y robando robando los negros de don Antonio Albertos lo hallaron en la quinta y lo ataron, y le quitaron un cuchillo que él avía. Y en otra oportunidad, Enrique Guzmán, carnicero, lo encontró en el patio de su casa (para nada bueno sería) y le dio unos lazazos al tal Domiciano Uron. Por todo lo cual el Alcalde de 29 voto mandó prendelle, y está en la cárcel. Y ya vienen a declarar el citado Albertos, que pondera la fealdad del vicio de robar gallinas, a que es afecto el preso, y cómo en la noche en que sus criados lo prendieron, lo dejó libre por clamores de su mujer (piedad, eres hija de Eva). Comparece además Guzmán, quien tuvo con él pendencia, tanto es así que, yendo a caballo, lo alcanzó Uron, con otro de su calaña, y qui­sieron desafiarle, por lo que sacó el cuchillo (que siempre lo carga), en tanto Uron aseguraba haora me aveis de pagar, hijo de puta, los lazasos que me has dado, pero los separaron. Y después José de San Martín, el acusador (ahora con "de”, pero no confundamos, porque el verdadero tenía por entonces un año, según Mitre y Grosso, dos según Otero, prestigiosos biógrafos); y dice cómo su mujer quedó herida, de sentimiento y dolor de los ultrajes que le hacía Domiciano, baya que es un ladrón y que lo mejor sería que tuviese bergüenza; y él no quiso hacerse justicia por mano propia (para mí que le tuvo miedo), y acude para conseguirla, ahí está con su reclamo. Ofrece testigos. Y don Juan Agustín Pabon, vecino, confirma que el hurón es tan hereje que les robó leña a los padres Belenitas, válgame Dios, el fuego es sagrado y más si calienta a personas sacras (el único que firma, porque los demás no saben). Y por fin comparece el acusado, que es de Córdoba del Tucumán (poco honor para la docta) sin oficio, como no sea matar reses, y revender barias cosas y tambén ha servido de soldado. Y el pobre no hace mal a nadie, y no sabe por qué, volviendo a su casa, dolorido de la caveza, lo prendieron los soldados y ahí lo tienen. Pero que si alguno dice que es ladrón de gallinas será porque se le antoja de decirlo. Y eso después de hacérsele presente la Religión del juramento para que no mintiese, pese a lo cual se remite a lo expuesto. Y su versión no concuerda con Albertos, Guzmán ni San Martín, puntos de vista, Castiglione, Pirandello, perspectivismo, A. Castro. Tercera vez se le hace ver la importancia de la Religión del Juramento, y como si nada: que mienten y mienten. Después de lo cual comparece don José de S. M. y dice que él no le ha suplicado mucho, y que por compasión de la su mujer e hijos le perdona, con tal que prometa irse a la Guardia de Chascomús por el término de un año o por el que la purificación de V.M. gradúe necesario; debiendo prevenirse al Jefe de la dicha Guardia que por nada de este mundo le permita bajar a esta Cibdad, para sosiego de los lazos, abrigo de los cuchillos, fidelidad de las gallinas, calor de los Betlemitas. Otrosí dice Uron que se aviene a ello, se afirma y ratifica, por ser justicia que implora del noble oficio de V.M., jurando lo nece­sario, etcétera (ser juez es un oficio bastante sucio, según J.C. y otros). Por lo cual el Alcalde manda y dispone que Domiciano Uron se retire con toda su familia (hasta ese extremo fueron crueles) a la citada y famosa Guardia de Chascomús (la de do­rados peces), previa fianza a satisfacción del Escribano (¿y cuándo puede satisfacerse un escribano?) y ahí quede por un año, a contar del término de diez días que se le acuerdan para la mudanza. Por todo lo cual apruébase el convenio y líbrese oficio al Comandante de la Guardia para que esté prevenido, como lo estará el Uron de que en lo sucesibo se abstenga de semejantes excesos o se tomarán contra su persona las más serias providencias."

Casi a verdad sabida y buena fe guardada.

Textos incluidos en la novela de Federico Peltzer "La razón del topo", donde el autor para narrar esta aventura interior utilizó varios estilos: el monólogo interior, la evocación retrospectiva cargada de nostalgias, la ironía amarga y la trascripción de documentos históricos.

Compilación Chalo Agnelli

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