VOY A HABLAR DE LA AMISTAD


 de Agenda del Sur
VOY A HABLAR DE LA AMISTAD, de la amistad entre los hombres, pero no pienso caer en la letra fría de ninguno de los diccionarios que andan dando vueltas por aquí. En todo caso, Borges y Tejada Gómez, como pasa siempre, lo harán mejor: “La amistad, que es la única pasión que no exige renunciamientos, es sin duda la más grande de las pasiones argentinas”, observó el autor de Ficciones, pensando tal vez en Fierro y Cruz, en Macedonio, en el propio Bioy. Y el enorme Tejada amonedó para siempre un axioma de aquellos: “Un amigo es la vida dos veces”.
El mundo, las cosas del mundo, cambian y se redefinen a un ritmo vertiginoso, y con él también aquellas cuestiones que uno imaginó eternas, como esta de la amistad. Cualquiera que entre a un bar podrá advertirlo: esas mesas otrora compartidas por hombres que hablaban de todo y de nada a la vez, de a poco van siendo reemplazadas por las de estos hombres solos que leen el diario, hablan por celular, trabajan en su notebook o simplemente miran cómo pasa la vida del otro lado del vidrio... Es, me explican, una de las características de estos tiempos. Bueno, a mí no me gustan estos tiempos.
También me aclaran que hoy a los amigos hay que buscarlos en otro lado. En el espacio virtual, por ejemplo. Facebook, para los que todavía no lo saben, es una red social, una herramienta que la posmodernidad han puesto en manos de la gente; aún de aquellos que, como yo, lo utilizamos sabiendo que ahí adentro somos sapos de otro pozo, los sobrevivientes de una época que nada sabía de esta forma violenta de la comunicación. El procedimiento, básicamente, consiste en “pedir amistad” a otros usuarios, y si ellos nos aceptan, pasamos a integrar una trama que va ramificándose hasta el infinito (tal vez no exista mejor ejemplo de lo que Gilles Deleuze y Félix Guattari bautizaron “rizoma”).
Marcos R. Barnatán es un escritor argentino que vive en Madrid desde el '65. Entre otros libros, es el autor de una estupenda biografía de Jorge Luis Borges que en su momento leí con deleite. Si la lectura de un libro y la admiración por su autor pueden ser la puerta a una amistad (una amistad unilateral, digámoslo así), puede decirse que soy su amigo desde aquel momento. Naturalmente, Barnatán no lo sabía, no podía saberlo, hasta que el azar me llevó a encontrarlo en el ciberespacio y a compartir este modesto rincón virtual. Hace unos días el pobre Barnatán pidió auxilio. Escribió, textualmente: “Tengo setenta y siete durmientes, amigos dormidos, como dirían los masones, o durmientes si fueran todas bellas. ¿Qué debo hacer? Por si la metáfora no es muy entendible: setenta y siete futuros, posibles, amigos virtuales a los que no conozco y que forman una nutrida lista de espera. Esperan mi aceptación, y yo sigo en la duda. ¿A ustedes les pasa lo mismo? O aceptan a todos, o rechazan a todos. Pido ayuda”. Se trataba, desde luego, más de una broma que de un pedido real, pero al fin el cometario dejó tela como para pensarlo seriamente. Estadística pura: ¿cuántos de estos setenta y siete futuros amigos podrían serle a uno de provecho, enriquecedores, y cuántos no? ¿En setenta y siete personas cuántas habrá honestas, inteligentes, sinceras, arrogantes, perversas o decididamente imbéciles? ¿Cómo puede uno recibir semejante aluvión y continuar por la vida como si tal cosa?
 Otro de mis amigos virtuales, Osías Stutman, acaba de informar hoy mismo: “Me llegó un e-mail del New Oxford American Dictionary diciendo que han elegido el verbo "to unfriend" (desamigarse, que no está en la Diccionario de la Real Academia pero si en el Diccionario de Uso del Español de Maria Moliner) como la palabra del año 2009. Es el término de los usuarios de Facebook para definir las modificaciones de las listas de amigos sin tener que utilizar palabras como eliminar”.
Ah, porque me olvidaba: en los tiempos de la amistad según Facebook, cuando a usted uno de sus contactos le resulte pesado, molesto o lo que fuere, le bastará con hacer un clic para “desamigarlo”, sacárselo de encima, borrarlo para siempre. Bien mirado, lo mismo que ahora hacemos también en la vida cotidiana, aunque nos estemos condenando a conversar solos, a chatear en silencio o simplemente a mirar con nostalgia a través de la vidriera.
FUENTE
"Agenda del Sur", Año XI - N° 110, Diciembre 2009
Versión digital: www.agendadelsur.com.ar

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