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Mostrando entradas de marzo, 2012

LILY

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Silvia Simonetti La mañana pinta mal, es de esperar este viento sur luego de una semana de calor en pleno invierno. En el baño me espera el espejo, lo esquivo. Dentífrico y agua helada borrando a medias los estragos de la noche. Ahora sí, llega el espejo, me veo en blanco y negro, lejos, no estiro el brazo porque tengo miedo de no tocar nada, de seguir de largo hacia el otro lado. Síndrome de Alicia le dicen los médicos, la etapa previa al dolor de cabeza, migraña, que ya llegará. Bebo el café mirando hacia el patio, enceguecida, encandilada (otra previa de la jaqueca) viendo los pétalos de las flores de  pensamientos, huérfanos de planta, mezclándose en remolino, impúdicamente con los pelos de las perras, esa es mi mañana. Cuando comienzan los primeros fogonazos de dolor pienso que sólo un milagro puede transformar a esta casa en un lugar limpio y ordenado sin mi intervención. Amanece así, como si la habitara más gente de la que de verdad vive aquí. Está desvastada, pero con el corre

"TOCO TU BOCA" POR JULIO CORTAZAR

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T oco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta ce­rrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elige y te dibuja en la cara, una boca elegida entre to­das, con soberana libertad elegida por mí para dibujarla con mi mano en tu cara, y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja. Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cíclopes se miran, respirando confundidos, las bocas se en­cuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la len­gua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entonces mis manos buscan hundirse

HAMBRE

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Andaba por la playa cuando todos se habían ido, caminando por aquí, por allá con paso desprolijo de huellas como de hilo. Lo extrañaba mucho. La última tormenta lo había alejado de mí como a barrilete sin rumbo. Y me quedé sola en la playa con todo volando alrededor: lonitas, vasos de plástico, una que otra sombrilla. Me gusta más la playa al atardecer de un buen día ya que queda de todo, la retirada prolija, pero algo displicente de los turistas me obliga a un meticuloso recorrido hurgando en bolsas húmedas repletas de manjares. He logrado comer y hacerme cargo de la cría que sin querer me ató al cabo de Santa María. Llegó el otoño y la gente se fue. El invierno nos juntó, más por sobrevivencia que por amor en el nido pobre, pero bien abastecido hasta la última tormenta que borró todo resto de comida de la playa. Iba y venía por la orilla con el viento que me torcía el paso o me arrastraba hacia el agua dibujando mi sombra despeinada en la arena arrasada. Desesperada de hambre encaré

TOCO TU BOCA DE, Y POR JULIO CORTAZAR

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RUIDO - SABINA

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"SÓLO DIOS SABE CUÁNTO TE QUISE" DE GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ

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" Fermina Daza estaba en la cocina probando la sopa para la cena, cuando oyó el grito de horror de Digna Pardo y el alboroto de la servidumbre de la casa y enseguida el del vecindario. Tiró la cuchara de probar y trató de correr como puedo con el peso invencible de su edad, gritando como una loca sin saber todavía lo que pasaba bajo las frondas del mango, y el corazón le saltó en astillas cuando vio a su hombre tendido bocarriba en el lodo, ya muerto en vida, pero resistiéndose todavía un último minuto al coletazo final de la muerte para que ella tuviera tiempo de llegar. Alcanzó a reconocerla en el tumulto a través de las lágrimas del dolor irrepetible de morirse sin ella, y la miró por última vez para siempre jamás, con los ojos más luminosos, más tristes y más agradecidos que ella no le vio nunca en medio siglo de vida en común, y alcanzó a decirle con el último aliento:   -   Sólo Dios sabe cuánto te quise." Gabriel García Márquez, de “ El amor en los tiempos del cóler