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"TENEMOS QUE HABLAR DE PETTY"... Y EL MALAMBO POR LEILA GUERRIERO

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Lo siento: voy a hablar de algo que hice.  Necesito hacerlo para poder hablar de Petty. Hace poco escribí un libro que cuenta la historia de un hombre que participó en una competencia de baile, el Festival Nacional de Malambo de Laborde.   El malambo es un baile folklórico argentino y consiste en un zapateo asesino y sostenido en el que un hombre muestra su destreza y su aguante. Laborde es un pueblo chico, al sur de la provincia de Córdoba. El festival existe desde 1966, y es el más prestigioso y desconocido del país. Tiene varias particularidades: los participantes –todos muy jóvenes, todos hijos de familias muy pobres – deben entrenarse como atletas, puesto que el desgaste que impone el baile es atroz; el título que se otorga es el de campeón (título raro para disciplina artística, como si dijéramos Campeón Nacional de Novela); quien gana la competencia no puede volver a presentarse en otra, de modo que el malambo que lo consagra es, también, el último de su vida; y, por último, el

EXORCIZANDO DÍAS DE INFANCIA POR MARÍA MERCEDES DI BENEDETTO

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Tenía yo 8 años, y era nueva en un colegio de tipo religioso, un poco por cercanía al trabajo de mi mamá, otro poco porque una amiga de ella era maestra en 3er grado y sería mi Señorita. Efectivamente, allí estaba yo el primer día de clase, cuando entró una monjita joven a decir que su tercero tenía muchos menos alumnos, por lo que invitaba, a quienes quisieran, a seguirla a su aula. Y no va que yo - que estaba pasando por mi etapa mística a pesar de no provenir de una familia muy devota - me levanté, abandoné a la Señorita amiga de mi madre y me fui con la monjita, la Hermana Alejandra, de 28 años. Resultó que la Hermanita era bastante intolerante y gustaba de retorcer orejas, algo impensado en mi casa. Por cualquier asunto menor, por ejemplo, que se escapara del borde de la cartulina un poco de plasticola, o que armando una coreografía te pararas en la baldosa negra en vez de en la blanca, venía la agresión. Mamá intentó pedir el pase para otra escuela, pero la Madre Superior

PARA CERRAR LA CASA

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  Me tiro en la cama, la tarde se extiende entre letargos desde el mediodía, amarillando las hojas de la fronda que se tira en la casa. Recuerdo el parque de Pirán: con los riachos y el puente; la glorieta de mármol, desnuda, vidriada, cercada de pasos, buscando la brisa, bajo el techo hundido que deja penetrar el entramado de rayos; las gotas hacen aretes en el ficus. Por la ventana del cuarto entra un sonido de sol que aplasta la tarde de modorras, suave aliento desmelena los plátanos y se filtra por las hendijas, abraza los libros. Dos mariposas seducen una rosa aferrada al muro y un bochinche lejano de nostalgias de potrero balancea el silencio. Letal, el día endominga las formas con una tregua a la locura.   Me siento en el vestíbulo que prolonga un otoño que no se anima. El dorado de Canela se apoltrona a mis pies sin perder de vista los gorriones   que se atreven a la baranda. Entonces recuerdo pronto tendré